José Luis Picón I Málaga, (EFE).- Debutar como bailarín tras los 65 años, y hacerlo de la mano de una ganadora del Premio Nacional de Danza, es posible, porque la bailarina y coreógrafa Luz Arcas está seleccionando en Málaga a quienes completarán el elenco de su espectáculo ‘Bekristen / Tríptico de la prosperidad’.
Arcas ha desarrollado en el centro de cultura contemporánea La Térmica un taller con más de una veintena de personas, a las que solo se les exigía tener más de 65 años pero no experiencia previa en la danza, y entre ellos elegirá a los seis mayores que participarán en dicho montaje.
«En cada parte de ese tríptico habrá personas de distintas edades: en la primera, un elenco muy joven, virtuoso y sensual; en la segunda, centrada en la madurez, estaré yo con otra bailarina, y la tercera, con mayores de 65, encarna el concepto de la obsolescencia del cuerpo o de los cuerpos que están fuera de la rueda de la economía o del interés social», ha explicado Luz Arcas en un descanso del taller.
Más allá de esperar que los mayores respondan a lo que les pida, Arcas desea tener «sensibilidad para captar lo que sus cuerpos quieran decir, porque solo tienen que dejar que todo lo que les pasa salga fuera».
«Es un taller muy intenso para ambas partes, y muy exigente para ellos en lo creativo, lo físico o lo emocional, una explosión de cosas», añade la coreógrafa.
Una aspirante indonesia
Una de las aspirantes es Arlina, con 73 años, de origen indonesio, nacionalidad británica y residente en Estepona (Málaga), que nunca había practicado la danza de forma profesional.
«Solo bailo por gusto y hago ejercicios parecidos a los de aquí, pero en otro contexto, porque soy psicoterapeuta, y en la disciplina del psicodrama entra la psicodanza. Me gusta la expresión corporal que he visto hacer a Luz Arcas, y pensé que esto tenía que hacerlo», explica Arlina.

Tras participar en el taller tiene «la sensación de haber crecido mucho». «Aquí tienes que sacar lo que tienes e intentar superarte a ti misma».
Gonzalo, malagueño de 73 años, nunca había hecho danza, solo teatro aficionado y había cantado en un coro, pero al ver que en la convocatoria no pedían ninguna experiencia pensó «que sería una buena oportunidad de hacer algo».
Esta actividad «es ejercicio físico, de respiración y de movimiento en el espacio, algo asequible, pero cansa, porque son cuatro horas intensas», según Gonzalo.
«Con estar en el taller me basta, y si encima me seleccionan, ya es la leche», ite este aspirante, que cree que «normalmente no se es consciente del movimiento del cuerpo, y esto estimula».
Experiencia liberadora
Benita, de 77 años, nacida en Toledo y sin experiencia previa en la danza, se apuntó al ver el anuncio porque es «curiosa» y tiene «ganas de conocer muchas cosas».
«Ha sido una experiencia muy liberadora e interesante, y lo repetiría. Aunque estoy un poco cansada, volvería mañana otra vez», señala Benita. «Ser seleccionada casi me da igual. Prefiero que me seleccionen, pero tampoco me voy a llevar un disgusto si no lo hacen».

Víctor Hugo, de 67 años y natural de Córdoba (Argentina), viste una camiseta de la selección de su país con el dorsal 10 de Maradona y explica que ha actuado, incluso en alguna película, canta y baila, y vio este taller como una «oportunidad» para insertarse en el ambiente diez meses después de llegar a España.
«Han sido unos días formidables, muy formativos y con mucha empatía. Luz Arcas ha sido brillante, y ha sacado lo más profundo que tenemos adentro», agrega Víctor Hugo.
Callos en el alma
Domingo, nacido hace 72 años en El Gastor (Cádiz), revela con humor que no se dedicó de pequeño a la danza «porque había una canción que decía: arsa, arsa, maricones no quiero en mi casa, que se suben en la mesa y me rompen las tazas».
«Como yo era maricón y no lo sabía, no me dediqué a la danza, pero he estado toda mi vida sintiendo no haberme dedicado a esto. Ya estoy con callos en el alma, y me cuesta trabajo expresarme libre, tengo ahí esa espinilla», confiesa Domingo, que asegura que le emocionó la película ‘Billy Elliot’.
Este taller ha sido «una experiencia reparadora y maravillosa». «Estoy eufórico y encantado, porque las células nos van llevando al final, a la vejez y al deterioro, irremisiblemente, y esto me ha dado un chute de alegría y de sentirme entre los míos». EFE