Una máquina derriba una chabola en el asentamiento 'Cortijo El Uno', en Níjar, Almería. EFE/Carlos Barba

El Cortijo El Uno, el largo adiós de un asentamiento chabolista

Miguel Martín Alonso I Níjar (Almería), (EFE).- Las palas han derribado este martes el asentamiento chabolista del Cortijo El Uno, en San Isidro (Níjar, Almería), cuyos habitantes recibieron en junio pasado una notificación de desalojo que fue ratificada la semana pasada y que ha sido ejecutada cuando muchos de sus moradores ya habían abandonado el lugar.

Este asentamiento, en el que algunos llevaban viviendo diez años, era pequeño comparado con otros de la comarca. Se dividía en un almacén en el que viven nueve hombres, seis mujeres y seis niños; unas casetas interiores con un número oscilante de varones, junto a una mujer y dos menores; otras exteriores con diez hombres, una mujer y un menor, y una zona de chabolas con otras 13 personas.

A primera hora, apenas una veintena de ellos permanecía en este poblado, ya que el resto había buscado ya otras alternativas con amigos y familiares, incluso fuera de los límites de la provincia almeriense.

La plataforma Derecho a Techo ha colocado unas precarias barricadas con bloques de hormigón en los al asentamiento, las mismas que una grúa municipal ha derribado mientras la Guardia Civil y la Policía Local aguardaban a la llegada de la comitiva judicial.

Decepción e impotencia

Comitiva que a las 09:40 horas en punto, tal y como estaba establecido, ha accedido junto a las palas mecánicas al recinto del Cortijo El Uno. Una hora más tarde, abandonaba el lugar mientras las palas proseguían con el derribo de las chabolas. Los servicios sociales no han hecho acto de presencia.

El director de la delegación en Almería del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), Daniel Izuzquiza, ha afirmado a los medios que «es un día muy triste, con sensación de decepción y de impotencia: la gente está nerviosa, desgarrada, con mucha incertidumbre, sin saber dónde va, la gente buscándose la vida por un sitio u otro».

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Una voluntaria dela ONG Servicio Jesuita de Migraciones consuela a una migrante alojada en una infravivienda del asentamiento chabolista el Cortijo ‘El Uno’, en Níjar (Almería). EFE/Carlos Barba

«Todas son soluciones hiper precarias y provisionales, es el caso de un familiar que le deja un colchón, o un sillón, o un garaje, o gente que está pensando en rehacer la chabola en otro lado», añade.

El portavoz del SJM subraya que este mismo lunes «hubo una resolución del Defensor del Pueblo Andaluz, con carácter de urgencia, invitando, no sé si exigiendo o pidiendo al Ayuntamiento que haga responsabilidad de las funciones que tiene atribuidas, que en este caso son elaborar los informes de vulnerabilidad social y trasladarlos al juzgado».

Una resolución que, además, también instaba a actuar ante una situación de «emergencia y de desamparo», en la que se han visto inmersos menores. «Sin embargo el Ayuntamiento, amparándose en que hay una orden judicial y que es una propiedad privada, está haciendo dejación de sus funciones», ha lamentado.

Incidentes xenófobos

«Los únicos que tenían un poco de hueco es Almería Acoge, que tiene un recurso con unas ocho plazas a las que posiblemente vayan a ir. Y nosotros estamos barajando, metiendo un poquito con calzador en uno de nuestros recursos a ver si podemos meter a una o dos personas, de las que están en situación más frágil», una decena de migrantes.

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Dos efectivos de la Guardia Civil entran en el asentamiento chabolista ‘Cortijo El Uno’, poco antes de ejecutarse el desalojo del recinto por orden judicial en Níjar (Almería). EFE/Carlos Barba

Por su parte, José García, de la Plataforma Derecho a Techo y el SOT-SAT, ha aseverado que 25 años después de los incidentes xenófobos de El Ejido (Almería), «después de aquellos ataques fascistas y racistas que fueron producto de la situación que vivían miles de trabajadores», la «patronal que representa Coexphal, y otras, que se comprometieron a desarrollar planes de vivienda junto a las istraciones, ofrecen como única alternativa ponerlos en la calle».

«Nos encontramos con trabajadores que han estado viviendo ahí en esas empresas, que trabajan en empresas BIO de la zona, que supuestamente tienen una responsabilidad social y tienen unas certificaciones, que tienen unos compromisos con los consumidores en Europa de que esta hortaliza se produce respetando los convenios laborales, que los trabajadores viven en condiciones decentes, pero cuando rascamos un poco lo que nos encontramos es más de lo mismo. Explotación, infravivienda y humillación de miles de trabajadores», ha incidido.

En el propio asentamiento se encontraban pintadas junto a mensajes contra Coexphal, la explotación y la vivienda precaria, junto a patinetes y bicicletas cargados con maletas y el deseo de encontrar un alojamiento digno en una tierra en la que, afirman los migrantes, nadie quiere alquilar una vivienda a un marroquí. EFE