Alfredo Valenzuela | Sevilla (EFE).- El poeta, editor y librero de viejo Abelardo Linares y el crítico, profesor y escritor José Luis García Martín son amigos. Sin embargo, discuten casi a diario como demuestra «Duelo al sol. Una controversia literaria». Supone una larga discusión escrita a cuatro manos rebosante de humor, mala uva, reflejos y argumentos tan brillantes como inesperados.
Este volumen de cuatrocientas páginas está publicado por Renacimiento. Apenas si da un respiro al lector porque los contendientes, que llegan a replicarse en verso -lo que constituye algunos de los pasajes más hilarantes-, no bajan la guardia ni en una sola página. Y no dan ni un párrafo -ni una parrafada- por perdido.
Si García Martín tilda a Linares de «ingenuo» -descalificación gravísima en una discusión intelectual de este calibre- Linares llama «célibe» a García Martín -calificación cuanto menos extraña en una discusión de cualquier nivel-. Se trata de una acusación a la que el profesor ni siquiera responde. Y no porque en este caso otorgue quien calla sino porque los argumentos y las comparaciones vuelan sobre sus cabezas como las balas en un «Duelo al sol».
Sobre todo de poesía actual, pero también de historia, política y hasta de la banda terrorista ETA. Esta discusión es fiel reflejo de los correos electrónicos que García Martín y Linares se intercambiaron el verano pasado. Posteriormente decidieron dar a la imprenta.
Santos y santones
En aquel intercambio no es que -como quiere el lugar común- no dejaran títere con cabeza. Sino que -aunque sea en sentido figurado- cortaron la cabeza de poetas, novelistas, editores, críticos, profesores, filósofos, periodistas, políticos, y además lo hicieron -lo hacen- siempre con nombre y apellidos. O sea, que no solo mientan los santos sino también los supuestos milagros que los han convertido en santones.
«Aquí hemos venido, principalmente, a hablar de literatura y a hacer crítica destructiva, que es la única que sirve para algo». Lo aclara ya mediada la discusión Linares. Al tiempo, sigue advirtiendo que «si la literatura no tuviera pulso, a lo mejor es que está muerta», antes de hacerse eco de dos hechos. «Que las presentadoras de televisión ganan premios planetarios y que hay negros literarios por medio», dice.

«El poeta difícil es el primero en no ser aficionado a leer el tipo de poesía que le gusta escribir». De este modo lo observa Linares. Esto después de afirmar que «el primer reto del artista (lo mismo si se pone a escribir un soneto que si se sube a un trapecio en el circo) es lograr que parezca cosa fácil lo difícil». Y también de comparar a los poetas difíciles con «ese improbable tenista que a la hora de jugar un partido de competición quisiera ponérselo difícil al público y no a su contrincante».
Profesor universitario, antólogo frecuente y director de revistas literarias, García Martín debe saber de lo que habla. Lo hace cuando afirma tajante: «La literatura nace y vive en otra parte; en la universidad solo se embalsama. Y se embalsama mejor cuando deja de estar viva, o al menos dejan de estar vivos y dando guerra sus autores».
Disparar sin dejar de esgrimir
Martín y Linares disparan a los demás sin dejar de esgrimir entre ellos. «De Chaves Nogales no me atrevo a decir que parte de su obra dispersa en la prensa resulta prescindible. Conozco tu devoción por él y en cuestiones religiosas yo no me meto». Lo escribe el profesor al reprocharle al editor su entusiasmo por el ya legendario periodista sevillano.
Editar o no a autores mas o menos olvidados
Eso puede leerse un par de páginas después de que Linares. Se produce acerca de la conveniencia o no de editar obras completas de autores más o menos olvidados, le reproche a García Martín:
«Según has escrito cien veces la obra publicada de cualquier autor. Por grande e interesante que sea, tiene que estar sometida a selección y ser publicada bajo el inflexible criterio y coautoría -faltando el autor- de un crítico severo y excelente, a ser posible (no vamos a negarlo), tú mismo».
Para los lectores de poesía, uno de los mejores momentos de «Duelo al sol» es cuando Linares compara y comenta dos poemas con el mismo tema. Se trata de uno de un candidato al Cervantes e incluso al Nobel, el chileno Raúl Zurita. El otro es del ya fallecido y casi secreto José Luis Parra. Eso por no señalar otro pasaje sobre un poeta especialista en «acciones de enorme impacto» como «masturbarse en público delante de unas adolescentes».