Roberto Ruiz Oliva I Sevilla, (EFE).- En los muros de la prisión de Sevilla I germina estos días un proyecto que busca llevar color y esperanza a unas paredes acostumbradas al gris: un grupo de internos, guiados por el artista plástico Pepe Yáñez, ultima un gran mural que abre simbólicas ‘ventanas de libertad’ más allá de rejas y concertinas.
Con una paleta que sugiere calma y armonía, el proyecto ‘Brotes en el muro’ ha transformado la galería que da a una de las plazas interiores del centro en un espacio más amable. La obra representa figuras humanas sembrando y haciendo brotar vida, en una metáfora sobre la capacidad de florecer incluso en los contextos más adversos.
Este colorido proyecto creativo surge gracias a la colaboración de las fundaciones La Caixa y Padre Leonardo y a la intervención de Pepe Yáñez, que ha hecho posible, junto con los presos, estos murales.
Mural bonito y cálido
En el taller han participado quince reclusos, cinco mujeres y diez hombres, entre ellos presos de una Unidad Terapéutica y Educativa (UTE), especializada en la atención a personas con problemas de drogodependencia, comenta a EFE la directora del centro penitenciario, Ana Isabel Martín.
«Están encantados. Dicen que les transporta a tiempos más felices, cuando estaban en libertad. Les ha gustado especialmente el trabajo en equipo y haber contribuido a crear un espacio más amable», añade.

La iniciativa se enmarca en la rehabilitación de la futura plaza Juan Reguera, dedicada al que fuera director territorial de CaixaBank en Andalucía. La entidad mantiene desde hace años una estrecha colaboración con la Fundación Padre Leonardo en programas destinados a la mejora de la vida penitenciaria.
«Hemos pasado de ser un espacio gris, feo, a encontrarnos con este mural tan bonito y tan cálido. Nuestra finalidad es la retención y la custodia, por supuesto, pero también la reeducación y la reinserción social», subraya la directora.
En Sevilla I se desarrollan para ello múltiples programas de intervención en materias como violencia de género, drogodependencia, salud mental o formación profesional en áreas como cocina, pintura o costura: «Todo nuestro trabajo está destinado a que, cuando salgan en libertad, no vuelvan a delinquir», explica.
‘Un jardín dentro del jardín’
«El título ‘Brotes en el muro’ ya da una pista: lo que estamos creando es un jardín dentro del jardín», explica el artista Pepe Yáñez, impulsor de otros murales participativos en hospitales, colegios o centros vecinales.
«Buscamos establecer una conexión en el recorrido de las galerías interiores al espacio abierto del jardín donde los internos desarrollan buena parte de sus horas más relajantes o en las que tienen trabajo comunitario. Pensamos que su estado anímico se podía potenciar si, al llegar aquí, encuentran un entorno más amable», comenta.

En este tipo de murales uno de los recursos visuales recurrentes de Yáñez es precisamente el de las ventanas, que aquí adquieren un simbolismo especial. «En el contexto de un centro penitenciario las ventanas tienden a convertirse en puertas. Realmente son personas que están pasando temporalmente un espacio de su tiempo aquí».
Según este artista, los estados de ánimo pueden predisponerse de una manera muy positiva si realmente se transforma la hostilidad propia de un muro en algo que pueda dar lugar a la esperanza, la calma y que invite a la convivencia.
Además, los propios presos han colaborado en el proceso creativo a partir de un boceto creado por el artista como punto de partida: «Algunos tienen mucho talento y se nota inmediatamente a la hora de pasar la brocha».
Durante tres semanas de trabajo matinal han creado figuras que trabajan la tierra, de cuyas manos brotan pájaros, árboles o formas simbólicas.
‘Me he sentido libre’
Keysha, interna de 37 años, participa con una sonrisa en los últimos retoques del mural: «Ha sido una experiencia enriquecedora. Me he sentido muy libre. Formar parte de algo que van a ver mis compañeros y que les va a hacer sentir como me sentí yo, es precioso”, dice.
«Antes no estaba tan colorido. Ahora parece que estamos fuera. Te transporta a un mundo mágico», añade esta interna, que reconoce sus dotes con los pinceles, pero sobre todo para el maquillaje.
Nicolás, de 33 años, coincide con ella en el cambio que ha experimentado esta zona del centro penitenciario: «Cuando salgo del patio, de la rutina, y estoy pintando, me evado. Me siento como si no estuviera en prisión. Es muy gratificante. El mural ha cambiado todo: parece que no estás en la cárcel cuando entras por este pasillo».
Juan Reguera, actual presidente de la Fundación Padre Leonardo y voluntario de la Fundación la Caixa, coincide en los beneficios que supone para los presos salir de su rutina. «Se les ve en la cara, como niños en Reyes. Están ilusionados. Y eso, en un entorno tan duro como este, es mucho».
Estos ‘Brotes en el muro’ han conseguido, en definitiva, con brochas, pinceles, color y colaboración, abrir una simbólica libertad en un entorno cerrado y marcado por la rutina. Un mural que no solo decora, sino que transforma, alienta y recuerda que incluso en contextos duros pueden florecer nuevas oportunidades. EFE