Torrelavega (EFE).- Descubrir la belleza, la fuerza y la vulnerabilidad de la fauna salvaje, pero también conectar con la naturaleza desde una perspectiva emocional, es el objetivo de la exposición «ANIMA-L», fruto de 50.000 kilómetros de viajes de su autora a lo largo del mundo.
A través del objetivo de Azucena Rosellón, funcionaria del Ayuntamiento de Torrelavega, cada una de las 18 imágenes expuestas en la calle Consolación lanza una llamada de atención al espectador para que se ire la riqueza pero también la enorme fragilidad del mundo animal.
La muestra que se exhibe recoge una selección de sus trabajos realizados en los últimos cuatro años desde la Patagonia chilena hasta el Ártico, pasando por los vastos paisajes de África y la Península Ibérica, en los que cada fotografía refleja momentos únicos en la vida de animales salvajes.
Azucena Rosellón explica, en una entrevista con EFE, que empezó a hacer fotos como una afición y un entretenimiento, aunque todo cambió cuando puedo materializar su sueño de viajar a África y recalar como primer destino en la reserva de Masai Mara (Kenia), lugar del que, dice, «ya no hay retorno».
Allí ó con la naturaleza y la fauna salvaje, pero después de Kenia han venido Patagonia, India, Irlanda, mil rincones de España y la «indescriptible experiencia», afirma, de viajar hasta la península de Svalbard (Ártico) para darse cuenta de la irreversible huella del cambio climático.
La importancia de la vida silvestre
Rosellón explica que cada imagen de la muestra, al margen de la belleza plástica de las fotografías, destaca por su carácter conservacionista, ya que intenta revelar el alma de los animales, la esencia de su ser, para recordar la importancia de la vida silvestre.
Ejemplo de ello son sus fotos de la puma «Petaca», captada en la Patagonia chilena, donde estos animales han encontrado un territorio de protección y conservación que aúna sus espacios de vida y desarrollo en libertad con la actividad ganadera gracias a la introducción de perros pastores.
También está la fotografía de un oso polar en el Ártico asomado en una gran piedra emergida del hielo, que demuestra cómo los laciares retroceden cada año algo más de 15 metros, y donde el agua dulce del deshielo altera la salinidad del Océano Ártico, reduciendo el hábitat de estos animales.
Otras fotografías muestran una naturaleza resiliente como la de dos jóvenes leones que deben aliarse para enfrentarse al león dominante, o la de las mamás leonas protectoras con sus crías, en permanente alerta para mantenerlas alejadas de otros machos y de otros depredadores.
Texto y foto: Javier G. Paradelo