Roberto Jiménez|Valladolid (EFE).- Pintor, escultor, ceramista, grabador, ilustrador, dibujante y diseñador escénico hablan de la capacidad que tuvo Pablo Picasso (1881-1973) para expresarse en cualquier lenguaje artístico, un todoterreno propulsado por su afán de experimentar e innovar como se puede apreciar en «El arte multiplicado».
Es el lema de la exposición inaugurada este martes en Valladolid, hasta el 25 de febrero para cerrar los actos del 50º aniversario de la muerte de Picasso, y que hace referencia a la proliferación que permite la obra gráfica cultivada por él, en diferentes técnicas, principalmente a partir de 1946.
La litografía, el linograbado y el offset fueron algunas de ellas, punto de partida de buena parte de las 130 piezas originales expuestas en la antigua iglesia de la Pasión, cedidos por el coleccionista José Luis Rupérez quien ha destacado la infatigable dedicación del artista a este género, hasta doce horas diarias, ha comentado durante la presentación.
«Fue un genio del siglo XX» pese al ‘pensamiento woke’ que últimamente ha cuestionado algunas de sus facetas como creador y persona, ha apuntado Rupérez.
Abundan los carteles anunciadores de espectáculos escénicos, así como de exposiciones del propio Picasso en museos de Francia e Italia, también las que anualmente realizaba en Vallauris (Francia) la ciudad del sudeste francés, no lejos de España, donde residió los últimos veinticinco años de su vida (1947-1973).
Coincidieron esos años con su faceta de ceramista y con la explosión de la obra gráfica relatada en esta exposición vertebrada a través de seis epígrafes, el primero de ellos dedicado a su relación con el impresor Fernando Mourlot, a quien conoció en 1945, punto de partida de su iniciación en el mundo de la litografía.

Picasso y la tauromaquia
Tres veces le fue denegada la nacionalidad sa y declinó cuando finalmente le fue ofrecida a un Picasso que nunca quiso regresar a España mientras alentara el dictador, a pesar de las garantías que el régimen le ofrecía a través del matador Luis Miguel Dominguín cuando venía a torear a Nimes, Arles e incluso Vallauris.
En su ciudad de residencia le brindó un toro el pequeño de los Dominguín en 1961, con ocasión del octogésimo cumpleaños del pintor, y le daba a beber agua de Madrid del botijo que el mozo de espadas llenaba expresamente en la capital de España para Picasso antes de emprender viaje a Francia.
De la afición del pintor malagueño dan cuenta varios carteles de oras tantas ediciones de un festejo anual en Vallauris, con motivos siempre dedicados a la suerte de varas, una especial fijación en Picasso que tal vez se trajo de su infancia malagueña cuando a los ocho años pintó su conocido ‘picador amarillo’.

Picasso ilustrador
Otro apartado es el dedicado a la ilustración de libros con un muestrario donde destaca la veintena de láminas que nutrieron una Tauromaquia de Pepe Illo, sin la ‘hache’ con que mayormente se conoce al autor del célebre tratado o normas del arte de torear, a pie y a caballo, que no impidieron la muerte en el ruedo, en 1801, del diestro sevillano.
El coleccionista ha aportado al fondo mostrado otros dos originales ilustrados de libros de Balzac («Le père Goriot») y de Guillaume Apollinaire («Les mamelles de Tirésias»).
Picasso y la política
Militó en el partido comunista pero en su relación con los intelectuales y comprometidos de la época pesó más la amistad «que el sentimiento político», ha precisado Rupérez sobre el vínculo entre Picasso con Louis Aragon y André Breton, entre otros, también editores, poetas, narradores, músicos y pintores a quienes hizo un hueco en su obra gráfica a través de reclamos.
Revolotea también sobre la exposición la célebre paloma picassiana con el ramito de olivo en el pico, la de la paz que bautizó su amigo Louis Aragon en 1946.
Es la época reivindicativa en todos los órdenes, a favor de la paz y en contra de los sistemas opresores, en la que militó con carteles como los que anunciaban el Congreso Mundial de Partisanos de la Paz (1958) o el que un año antes de la muerte de Franco elaboró por encargo de la Comissió de Solidaritat de Barcelona, una paloma de la paz que ofrece su ramo de olivo a un preso político entre rejas. EFE