Inés Morencia|Valladolid (EFE).- Normalmente, cuando uno acude al teatro a presenciar un espectáculo sabe, en mayor o menor medida, lo que puede encontrarse o, al menos, conoce el argumento de la obra. Eso no sucede con la improvisación teatral porque cada función es única e irrepetible, y ni los actores o actrices tienen idea de lo que pasará en el escenario.
Esto convierte a la ‘impro’ en una disciplina que enaltece la belleza de lo efímero, la poética de lo imperfecto que otorga a los intérpretes la posibilidad de convertirse en dramaturgos y directores de la función que se pone en escena, y que cambia cada día. Es un momento exclusivo, perfecto dentro de su imperfección, y tremendamente honesto.
Sin guión
Porque en las representaciones de teatro improvisado no existen guiones y, por tanto, son un alarde de ingenio, de libertad creativa, lo que también implica una mayor responsabilidad. Es una fantasía que enriquece y aporta, que ofrece un infinito abanico de posibilidades, que abre la mente y empuja al intelecto.
«Impro Valladolid» es una compañía referente en esta disciplina que en sus diez años de historia ha ido sumando experiencias gratificantes, no solo a través de sus espectáculos, sino también desde su «Escuela de Impro», para la que hay lista de espera, puesto que el que se apunta, «se engancha».
Berta Monclús es ‘alma mater’ de este proyecto artístico tras dejar atrás su trabajo como abogada y volcarse totalmente en las artes escénicas, lo que le hizo «dar un giro de 180 grados» y «encontrarse» a sí misma. De hecho, el teatro le salvó la vida, según comenta.

Desde el teatro clásico
Y así, con 29 años, comenzó a formarse con grandes maestros del teatro clásico «palpando un poco de todo, nuevos lenguajes escénicos y, sobre todo, la improvisación», a la que define como «una disciplina hermosa, irrepetible, placentera, genuina, una especie de funambulismo teatral», ha explicado a EFE.
Creó «Impro Valladolid», cuyo elenco está formado, en la actualidad, por la propia Berta, Ana Carretero, Saúl García y Roberto Lobo, a los que se suman algunos colaboradores como Laura Rueda u Olga Vegas, y que contó, en sus inicios, con Mario Muñoz y Cristina Muñoz, dos experimentados «improvisadores».
Comenzaron haciendo representaciones y entrenándose en diferentes espacios, como Andén 47, la Sala «La Milonga» o «El desierto Rojo» en el que actuaron durante sus primeros años, un jueves al mes, con dos o tres pases, ya que el público fue demandando cada vez más su presencia.
Y así hasta que hace cinco años inauguraron «Once filas», su sede, en la que se reúnen, entrenan y forman a los alumnos de su escuela, distribuidos en once grupos, lo que hace que unas 150 personas se den cita en este mágico lugar, de todas las edades, lo que procura una «diversidad generacional».
De hecho, según Monclús, «se crean comunidades y se conecta con personas que no tienen nada que ver unos con otros, creando un vínculo muy bonito, en el que se aparcan las exigencias y el rigor y en el que el ser vulnerables e imperfectos se transforma en algo que reconforta».
Proyecto europeo
Además, esta compañía teatral ha participado en el proyecto europeo ACTitude de Intras, para hacer del teatro de improvisación una herramienta de transformación social, colaboran con el Teatro Calderón, y dan clase de «teatro deportivo» en varios colegios e institutos de Valladolid.
Este último se conoce como «match» y procede de Canadá. Consiste en hacer un espectáculo conjunto, en el que un grupo gana, y otro pierde, ya que tiene sus propias reglas y cuenta con árbitros, que seleccionan al azar el tema que se representará, el estilo y la duración.
«Con ello, los alumnos aprenden juegos técnicos, potencian la rapidez mental, la creatividad y se favorece la comunicación», ha explicado una de las promotoras de «Impro Valladolid», para la que la improvisación es una forma de vida y una necesidad de compartir su pasión por esta disciplina teatral.
En la Red de Teatros
Forman parte, asimismo, de la Red de Teatros, hacen sus temporadas en el Teatro Zorrilla, se «infiltran» en congresos como ARPA, en presentaciones de libros o actúan como maestros de ceremonias y han representado a España en un festival de Impro en la República Dominicana.
Pero si hay un logro del que se siente especialmente orgullosa esta compañía es de la creación del festival «VA de Impro», que este año cumplirá su octava edición y en el que, durante cuatro días, se realizan talleres en los que participan improvisadores de todo el mundo, y se hacen espectáculos.
«En un principio, este festival se hallaba vinculado al TAC de Valladolid -Teatro y Artes de Calle-, pero luego se hizo independiente y se realiza en el LAVA, este año, del 13 al 16 de junio», ha avanzado Berta Monclús.
Roberto Lobo, profesor de Educación Física; Ana Carretero, peluquera, y Saúl García, que estudió ADE -istración y Gestión de Empresas- y tiene una empresa de organización de eventos- aparcan sus obligaciones profesionales para «saltar al vacío» con la Impro.
Los cuatro han convertido a «Impro Valladolid» en un ejemplo de trabajo, entrega, pasión y generosidad, de ahí que cada vez haya más adeptos a sus funciones y que más personas se atrevan a apuntarse a sus clases o cursos intensivos para formar parte de esa «tribu de locos», dispuesta a entregar todo en el escenario. EFE