Patricia Carro/ Burgos (EFE).- Antón Kulebiakin, un fisioterapeuta ucraniano refugiado en Burgos, asegura no tener miedo al futuro, pese a la incertidumbre en Ucrania dos años después de la invasión rusa, pues siente que en España puede empezar una nueva vida, centrada en el bienestar de su hijo, un niño de nueve años con autismo, como un ciudadano más.
“Lo más importante es el futuro de mi niño. Si aquí puede tener futuro, una educación, una integración y trabajo, voy a darlo todo para integrarnos”, ha asegurado este refugiado de Ucrania una entrevista con la Agencia EFE.

En ella, hace un repaso a lo vivido desde que estalló la guerra y cómo ha sido el aterrizaje de su familia en España, un país solidario y empático.
A diferencia de otros compatriotas, que ven una estancia provisional, con las esperanzas puestas en volver pronto a casa, Antón asume que hoy por hoy él y su familia no tienen futuro en Ucrania.
Y que cuando consigan ganar la guerra -porque no lo duda- se requerirá de muchos años para reconstruir el país.El
El refugiado de Ucrania no ve un camino para volver
“No tenemos un camino para volver”, ha asegurado el refugiado de Ucrania, ni vivienda, ni trabajo, ni un sistema educativo que se adapte a las necesidades de su hijo; por ese motivo, han elegido empezar una nueva vida en España, un país que apuesta por la educación integrada.
Antón ha afirmado que “no tiene miedo al futuro porque los españoles quieren ayudar a los ucranianos, el Gobierno quiere ayudar a Ucrania”.
Así que cree que “en España puede construir su futuro y el de su familia sin problemas” y, de hecho, no se ha sentido rechazado, ni siquiera extranjero, está integrado y, además, ahora también se siente útil.
Muchas entrevistas, pocas ofertas de trabajo
Tras un largo periplo, este refugiado de Ucrania, fisioterapeuta con casi 15 años de experiencia a sus espaldas ha conseguido encontrar un trabajo de lo suyo en Burgos.
En concreto en una clínica privada en la que también ha encontrado una amiga, pues su jefa, Leticia de Rozas, se ha volcado en ayudarles: “siento mucha gratitud hacia ella”, porque también ha reconocido su profesionalidad.
Y no ha sido fácil, pues Antón ha pasado por numerosas entrevistas de trabajo, en las que todo fueron buenas palabras pero que nunca fructificaron en un contrato hasta el pasado verano, cuando una clínica de Zamora lo contrató para hacer sustituciones durante la temporada estival.
En Burgos se siente muy integrado, con el equipo de la clínica y con los pacientes: “no puedo pasear por el centro sin que me salude algún paciente”, ha comentado con humor.
Además, se ha encontrado a una gente muy empática, abierta, que es en general lo que le ha llamado la atención de España, la empatía y las ganas de ayudar.
El horror de la guerra de Ucrania en primera persona
Antón, su mujer y su hijo vivían en Bucha cuando Rusia inició la invasión el 24 de febrero de 2022, y fueron testigos de la masacre que sufrió su población, en una ciudad ocupada durante un mes, con los helicópteros sobrevolándola, las bombas cayendo sin control y los tanques rodeándolos.
Estuvieron protegidos en casa de unos amigos y, cuando pudieron, se trasladaron a otra ciudad, recopilaron toda la documentación y abandonaron el país.
“Yo elegí a mi familia”, ha asegurado, pero este refugiado de Ucrania sabe que si su situación fuera otra, si su hijo no tuviera TEA, él se habría quedado en Ucrania luchando por la libertad de su país.
Amigos, familia y eduación
Eligieron España porque tienen amigos y familia aquí, pero también porque el sistema educativo es el que mejor se adapta a las necesidades de su hijo, que tiene problemas para comunicarse, relacionarse y mantener la atención.
“Quiere comunicarse, pero no sabe cómo; quiere relacionarse, pero no sabe cómo hacerlo”, aunque los niños se lo han puesto fácil en Burgos, ha sostenido.
No ha sido siempre así. El viaje desde Ucrania a España tuvo sus dificultades. Lo hicieron en coche y se encontraron mucha ayuda hasta que llegaron a Francia: “en cada país, en la frontera, muchos voluntarios ofreciendo ayuda a los ucranianos.
En Francia, militares con armas en que revisaban los vehículos”, y les hicieron pagar los peajes que en el reto de Europa habían sido gratuitos.
Los españoles, muy empáticos con los refugiados de Ucrania
“Mi hijo vivió durante un mes en una ciudad ocupada, escuchando cada día las bombas y cuando en Francia vio las armas, se puso histérico”, ha lamentado.
A partir de ahí, la experiencia mejoró, y tanto en Alicante, como en Derio (Vizcaya) y Valladolid, ciudades en las que han vivido antes de llegar el pasado noviembre a Burgos, se han sentido bien acogidos.
“Los españoles son muy empáticos”, ha asegurado, y ahora que ya tiene un trabajo de fisioterapeuta en Burgos, que cuenta con ingresos, vivienda y, sobre todo, que ve a su hijo integrado y feliz, Antón sabe que al menos de momento su sitio está en España.EFE