Los jugadores del Mirandés celebran uno de los goles durante el partido de playoff de ascenso a Primera División contra el Racing de Santander. EFE/Pedro Puente Hoyos

El Mirandés, un modesto que lucha por hacerse un hueco en el fútbol de élite

Verónica Fernández|Burgos (EFE).- De jugar en campos de tierra a rozar la Primera División: la historia del CD Mirandés es un ejemplo de humildad, resistencia y pasión, así ha sido el camino de un club que nunca ha dejado de creer durante sus casi cien años de existencia.

«En Miranda de Ebro se juega al fútbol con el alma», es una frase repetida por generaciones de aficionados rojillos, resume en pocas palabras el espíritu de un club fundado en 1927 que ha vivido en la sombra del fútbol de élite durante décadas, con presupuestos humildes, plantillas construidas con esfuerzo y una fiel afición.

Los jugadores del Mirandés celebran uno de los goles durante el partido de playoff de ascenso a Primera División contra el Racing de Santander. EFE

Desde abajo

El Mirandés está a un par de pasos de hacer historia y ascender a Primera División, pero para entender la magnitud de este hito hay que recorrer su camino desde abajo.

Durante buena parte del siglo XX, el Mirandés fue un club de Tercera División, con escasos recursos y un estadio, Anduva, que era poco más que unas gradas de cemento. El equipo se sostuvo gracias a la pasión local con jugadores que alternaban entrenamientos y trabajos en la fábrica o en el campo, directivos que eran vecinos del barrio y una afición que llenaba las gradas lloviera o nevara.

En los 70 y 80 vivió ascensos y descensos constantes pero sin perder la identidad: un club del pueblo, el equipo de Miranda y no fue hasta en siglo XXI cuando se hizo más profesional y apostó por desarrollarse en Segunda División B hasta la temporada 2011-2012 en la que todo cambió.

Gesta e inflexión

Aquella campaña, el Mirandés logró una de las gestas más recordadas del fútbol español, llegó a semifinales de la Copa del Rey tras apear a Villarreal, Racing de Santander y Espanyol con un equipo de Segunda B liderado por Pablo Infante y se ganó el corazón de toda España a pesar de caer en semifinales frente al Athletic Club.

Pero esa copa no solo fue un cuento de hadas, sino el impulso definitivo que hizo que el Mirandés lograse el ascenso a Segunda División por primera vez en su historia.

El paso por la segunda fue intenso, los recursos eran limitados y eso obligaba a reinventarse cada temporada, se transformó en sociedad anónima deportiva con muchas dificultades y, gracias a Alfredo de Miguel, aún presidente del club y el descenso istrativo del Real Murcia, los aficionados rojillos pudieron disfrutar de la categoría de plata hasta 2017, temporada de un descenso…que resultó fugaz.

Otra vez la Copa como trampolín

Solo fueron dos años en Segunda B y desde entonces el equipo nunca ha perdido la categoría siguiendo un estilo claro: jugadores jóvenes, cesiones de clubes grandes y un estilo combativo.

En 2019, bajo la dirección de Andoni Iraola, el Mirandés volvió a protagonizar una gesta copera: semifinalista de la Copa del Rey eliminando a Celta, Sevilla y Villarreal, otra vez el pequeño gigante despertó la iración nacional, pero de nuevo en semifinales su periplo llegó a su fin, en este caso a manos de la Real Sociedad.

Modelo propio

Durante los últimos años, el Mirandés ha desarrollado un modelo propio: fichar talento joven, sobre todo en forma de cesiones de equipos como el Athletic Club, Real Sociedad o Osasuna, darles minutos y formar un equipo competitivo, con identidad, que ha servido para que el conjunto rojillo sea un trampolín para futuras estrellas.

Por Anduva han pasado jugadores de la talla de Dani Vivian, Roro Riquelme, Camello, Merquelanz o Raúl García de Haro antes de dar el salto a la Primera División.

Pero el club no vive solo de cesiones y la dirección deportiva ha sabido construir plantillas equilibradas, con jugadores comprometidos y un cuerpo técnico adaptado a la filosofía del club. Con este playoff ante el Racing se puede cerrar un ciclo de crecimiento que lleva más de dos décadas de gestación. EFE