Barcelona (EFE).- El mítico restaurante Casa Leopoldo ha reivindicado este miércoles la figura de su histórica propietaria, Rosa Gil, con una comida en la que han participado ilustres amigos del establecimiento, justo un año después de su reapertura.
Entre los viejos amigos que se han sumado al homenaje han figurado el escritor y reciente premio Princesa de Asturias de las Letras Eduardo Mendoza, la cocinera Carme Ruscalleda, el hotelero Joan Gaspar, el promotor cultural Pedro Balañá o el escritor Daniel Vázquez Sallés, hijo del fallecido Manuel Vázquez Montalbán, que era uno de los asiduos del local, a los que se ha sumado el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.
Casa Leopoldo, reconocido templo gastronómico fundado en 1929, había sido punto de encuentro de Picasso, Dalí y escritores como Hemingway, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Juan Marsé o Maruja Torres.
El establecimiento reabrió sus puertas el año pasado de la mano del matrimonio formado por Sofia Matarazzo y Bruno Balbás, fundadores del grupo de restauración Banco de Boquerones, que han querido revivir la pasión por la tradición, la cultura y, por supuesto, la deliciosa gastronomía.

Mesas de mármol, azulejos portugueses y estética taurina
Casa Leopoldo ha vuelto a abrir sus puertas para sumergir a sus visitantes en la esencia de la Barcelona histórica y bohemia con rincones decorados con toques, matices y un ambiente sorprendente, respetando elementos identificativos como las mesas de hierro forjado y mármol, los azulejos portugueses y algo de su estética taurina.
Destaca la Sala Rosa Gil, un comedor privado para ocho comensales y de color rosa, dedicada a la figura de la que fue histórica propietaria del restaurante, y otro espacio reservado, bautizado como Sala Vázquez Montalbán.
El interiorismo del local, obra de Barbara Lange, ha querido recuperar ese toque clásico de la época, confiriéndole al mismo tiempo un aire más contemporáneo.
En su carta mantiene la autenticidad del local con platos tradicionales catalanes elaborados con ingredientes de calidad del mercado local, sin olvidar los guiños a nuevas elaboraciones que combinen tradición y modernidad en una experiencia gastronómica memorable.
Los nostálgicos descubren en esa carta el rabo de toro, las albóndigas con sepia o la paella, a las que se añaden otras como los calamarcitos salteados con guisantes o el pulpo con alubias del Ganxet.
