Ximena Hessling |
Madrid (EFE).- Los descendientes de Santiago Ramón y Cajal reivindican la creación de un museo para preservar su legado y una ruta turística por los lugares de la capital donde el Premio Nobel de Medicina, pionero en neurociencia, dejó su huella vital y científica.
Así lo expresa Joaquín Sastrón, tataranieto de Cajal y director de la Editorial Cinca, que ha publicado un libro del doctor e historiador Javier Sanz, que propone un recorrido urbano e íntimo por la vida de Cajal en Madrid, desde su llegada en 1892, cuando alcanzó la cátedra de Histología de la Universidad Central, hasta su muerte en 1934.
«Camilo Golgi compartió el Premio Nobel de Medicina en 1906 con Santiago Ramón y Cajal. Golgi tiene un museo en Italia. En España, falta un museo dedicado a Cajal. Es una carencia, que se debería subsanar con un proyecto nacional, con el apoyo de todas las istraciones públicas», señala Sanz.

El autor de ‘Cajal y Madrid’ invita, además, al Ayuntamiento a poner en marcha una ruta turística señalizada por los distintos sitios de la capital donde Ramón y Cajal vivió, trabajó e investigó.
Entre los puntos de interés del itinerario, cita su primera residencia junto a la Facultad de Medicina, su casa en Cuatro Caminos o el palacete frente al Retiro desde el que partió su cortejo fúnebre, que fue derribado hace unos años y, en la actualidad, es un edificio de pisos de lujo.
Otros escenarios importantes son el aula del Colegio de Médicos de Madrid, antiguo espacio docente de la Facultad de Medicina, donde Ramón y Cajal impartió las asignaturas de Histología y Anatomía Patológica durante más de treinta años, o el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, ubicado en el primer piso del Museo Antropológico, donde desarrolló gran parte de su labor investigadora.

La obra, afirma Sanz, pone de manifiesto «el madrileñismo de Cajal» y desvela al hombre detrás del mito: al científico que revolucionó la neurología al individualizar la neurona como unidad funcional, al profesor exigente, al dibujante minucioso, al fotógrafo pionero, al tertuliano que frecuentó los cafés madrileños y al ciudadano que paseaba con naturalidad por la ciudad.
El autor reclama atención para el único español galardonado con el Nobel por un trabajo desarrollado íntegramente en España y «con pocos medios», y destaca la dimensión humana de Cajal, muchas veces eclipsada por su genio científico.
Desde su infancia en Huesca, su experiencia como médico militar en Cuba, que fue determinante para su posterior vocación investigadora, hasta su vida cotidiana en Madrid, Cajal aparece en este volumen como un hombre comprometido con la ciencia, con su tiempo, su entorno y su país.
El legado, guardado en cajas
Joaquín Sastrón sostiene que el libro es «un homenaje a su tatarabuelo» no solo como científico, sino como un ciudadano que estuvo «profundamente ligado a Madrid».
Por ello, también le sugiere al Ayuntamiento la colocación de placas por algunos de los lugares significativos para satisfacer la curiosidad del mundo anglosajón y del español.

«Desde hace más de veinte años, nuestra familia está luchando por la creación del Museo Cajal. Toda nuestra familia cedió el legado Cajal de manera gratuita al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)», explica Sastrón.
El legado Cajal está compuesto por más de 28.000 piezas, entre documentos, libros, cuadernos, microscopios, preparaciones de laboratorio, material fotográfico, cartas, medallas, condecoraciones y objetos personales.
En la actualidad, está en una sala de reuniones del Instituto Cajal, «guardado en cajas», y, de vez en cuando, se alcanzan acuerdos con diferentes universidades de Estados Unidos o del Reino Unido para exhibir parte de los dibujos de las neuronas de forma temporal.
Hace varios años, el Colegio de Médicos de Madrid ofreció un espacio para albergar el museo, pero no hubo un entendimiento con el CSIC.
El Gobierno declaró 2022 como «Año de Investigación Ramón y Cajal», extendiendo esta conmemoración hasta mayo de 2025, y anunció la creación del Museo Cajal, adscrito al Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
«A día de hoy, no se sabe nada del proyecto, que se ha quedado en buenas palabras», apunta Sastrón, quien atribuye la parálisis a «las luchas internas entre diferentes istraciones quieren tener peso en la iniciativa».
Lo último que le comunicaron es que están buscando «el sitio más adecuado» para el museo, cuando el Colegio de Médicos de Madrid ha ofrecido un espacio, situado en la calle Santa Isabel, junto al Museo Reina Sofía.