Ivan Blazhevski y Bogdan Dasic
Pristina / Mitrovica (Kosovo) (EuroEFE).- Kosovo celebra este domingo las sextas elecciones parlamentarias desde su independencia de Serbia, declarada de forma unilateral en 2008, en medio de tensiones étnicas entre albaneses y serbios que se suman a crecientes desafíos sociales y económicos.
Pese al desencanto de muchos ciudadanos en la antigua provincia serbia, todo indica a que el actual primer ministro y exlíder estudiantil Albin Kurti, un nacionalista de izquierdas que gobierna desde 2021, ganará las elecciones con alrededor del 50 % de los votos, según las encuestas.
Eso colocaría a su partido, Vetëvendosje (Autodeterminación), al borde de la mayoría absoluta en el Parlamento de Kosovo, donde más del 90 % de los habitantes son albaneses étnicos, mientras que alrededor del 6 % de la población es serbia.
Kurti, que pasó más de dos años en cárceles serbias, ha moderado su discurso desde la época en la que defendía una unión de Kosovo con Albania, pero sigue manteniendo posturas nacionalistas y da pocas señales de acercamiento hacia Serbia
«Para los jóvenes, tenemos empleo. Para las mujeres, igualdad. Para Serbia, tenemos la policía, el ejército y el diálogo«, advirtió Kurti la semana pasada en un mitin de su partido en la ciudad de Gjakova.
Una normalización estancada
Igual que otros países -como España, Rusia, China y la India- Serbia no reconoce la soberanía de Kosovo, que llegó casi una década después de la guerra de 1998-1999, cuando la OTAN bombardeó a Serbia para evitar una limpieza étnica de los albanokosovares.
Desde hace una década larga, Serbia y Kosovo negocian, con fuertes altibajos, complicaciones y desconfianza, una normalización de sus relaciones, siempre en el marco de un futuro acercamiento a la Unión Europea (UE).
En 2013, las partes acordaron en Bruselas la creación de una Comunidad de Municipios Serbios, que permitiría a la minoría serbia ejercer cierta autonomía dentro de Kosovo.
Pero casi doce años después, esa Comunidad de Municipios sigue sin establecerse, denuncian los serbios de Kosovo, mientras que Kurti rechaza su creación con el argumento que daría pie a una futura división del territorio kosovar.
Apatía entre los serbios
La ‘Srpska Lista’ (Lista Serbia), controlada por el partido del presidente de Serbia, el populista nacionalista Aleksandar Vucic, rechaza de pleno la independencia de Kosovo e insiste en la creación de esa comunidad de municipios serbios pactada en 2013.
«Una victoria de la ‘Srpska Lista’ será una victoria para todos los serbios», dijo Zlatan Elek, líder del partido, en un mitin en el municipio de Ranilug.
Sin embargo, buena parte de la minoría serbia del norte de Kosovo vive con apatía la recta final de la campaña y muchos planean abstenerse, en un ambiente tenso y marcado por el miedo y la desconfianza hacia el Gobierno de Kurti, al que acusan de acoso y discriminación.
«Seguro que no votaré por nadie. Estas son elecciones albanesas, no kosovares. No existen elecciones kosovares ni el Estado de Kosovo», dijo Dragomir, un académico jubilado de la localidad serbia de Zvecan, en declaraciones a EFE.
Dragomir criticó que los serbios no se hayan unido en una única lista y acudan divididos en seis partidos diferentes, aunque todo apunta a que ‘Srpska Lista’ logrará el total de los diez escaños reservados para los serbios en el Parlamento.
En el norte de Mitrovica, una ciudad dividida en una parte albanesa y una serbia, prácticamente solo se ven pancartas de ese partido, pero el descontento de la población local va en aumento.
«Todos los que reciben salarios y pensiones de Serbia o trabajan en instituciones estatales serbias, tienen la obligación de votar por la ‘Srpska Lista‘. Todos están condicionados», aseguró a EFE un empleado anónimo de los Ferrocarriles de Serbia, que este domingo se abstendrá por considerar que todos los políticos de la región son «unos criminales».
Desencanto económico

Las tensiones con Pristina han aumentado sobre todo a raíz de la prohibición el año pasado del uso del dinar serbio en todo Kosovo, lo que ha complicado mucho la vida a los serbios, que deben viajar una vez por mes a Serbia para cobrar sus salarios y pensiones.
Kosovo es de por sí uno de los países más pobres de Europa, con un salario medio mensual que no llega a 600 euros, y el desencanto económico se extiende también a los albanokosovares, cuya situación ha empeorado «como consecuencia de la elevada inflación de los últimos años», según el sociólogo Visar Ymeri.
Además, el país tiene que importar casi la mitad de la electricidad que consume y la producción local depende de viejas plantas de quema de carbón, creando un problema de escasez de suministro y contaminación.
«La clave está ahora en la oposición, si es capaz de canalizar este descontento en beneficio electoral», dijo a EFE ese experto del Instituto de Política Social de Pristina.
Las formaciones opositoras, como el Partido Democrático PDK y la Liga Democrática LDK, están sin embargo muy por detrás en las encuestas, con el 17 % y el 15 %, respectivamente.
La campaña electoral ha estado marcada por una acalorada retórica, en la que los partidos han hecho hincapié en la soberanía nacional, las acusaciones de corrupción, los problemas económicos y la integración en la Unión Europea (UE) de Kosovo, que en 2022 solicitó adherirse al bloque.
Cientos de miles de kosovares viven en el exterior, sobre todo en Suiza, Austria y Alemania, y empezaron a votar ya el pasado 9 de enero para renovar los 120 escaños del Parlamento, diez de ellos reservados para los serbios y otros diez para las demás minorías étnicas del país.
Violencia étnica

La UE ha desplegado un centenar de observadores para supervisar estas elecciones, y la misión liderada por la OTAN en el país, llamada KFOR, se ha reforzado con 200 soldados italianos más que se suman a los 4.000 efectivos con los que ya contaba en todo el país.
En los últimos dos años, la tensión interétnica se ha traducido en violentos incidentes que han dejado varios muertos y daños materiales en la infraestructura del país.
En noviembre pasado, una comisaría de policía y un edificio municipal de Zvechani fueron atacados con granadas de mano, que causaron daños materiales pero no víctimas.
Solo tres días después, una explosión dañó el canal Ibar-Lepenc, interrumpiendo el suministro de agua a las principales centrales eléctricas de Kosovo, cuyas autoridades acusaron a Serbia del incidente.
En esas tensiones también ha tenido que ver la decisión de Pristina de cerrar todas las oficinas serbias en el norte de Kosovo, como sucursales del Correo de Serbia, centros de trabajo social o la Oficina del Gobierno serbio para Kosovo, calificada por el Gobierno albanokosovar como «instituciones paralelas» de Serbia en su país.
«La situación cada día es peor y no es lo mismo correr una carrera de un kilómetro que de 20 kilómetros. Cuando llegas a los 20 kilómetros ya estás muy cansado. Y nosotros ya estamos realmente muy cansados«, resumió la situación un estudiante serbio de Mitrovica en declaraciones a EFE.
Editado por Lucía Leal