Villafranca de los Barros (Badajoz) (EFE).- Fue tras la muerte de George Floyd en el año 2020 y la difusión de las imágenes de la brutalidad policial que la causaron y que movilizaron al mundo contra el racismo, cuando Eidy Mosquera Perea tuvo la idea de crear «espacios de sanación» para personas negras con secuelas del racismo y comenzó su lucha por la salud mental de la población afrodescendiente, con la que ha llegado a la ONU.
Desde Villafranca de los Barros (Badajoz), donde vive desde hace ocho años cuando emigró de su ciudad natal, Medellín (Colombia), donde estudió Derecho, se conectó vía Zoom con mujeres activistas afroespañolas que residen en otras localidades de España, para compartir «la sensación de frustración y de impotencia» que les dejó el suceso en Estados Unidos.
De esa conversación nació la ONG UbuntuEs, cofundada con Agatha Miranda Mba (Barcelona), que realiza acompañamiento y sesiones psicoterapéuticas gratuitas a la población afrodescendiente con afectaciones en su salud mental a consecuencia del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia.
«Compartir las situaciones que son reiterativas a causa del racismo y la xenofobia y cómo afecta al día a día a las personas que lo viven resulta sanador», asegura Eidy Mosquera en una entrevista a EFE, concedida tras su participación hace unas semanas en el Foro Permanente sobre los Afrodescendientes de las Naciones Unidas, celebrado en Suiza.
No es la primera vez que asiste a este foro y en esta ocasión ha sido invitada como ista en un evento liderado por la OPS, la OMS y el UNFPA, en el que ha presentado el informe ‘Vulneración al derecho fundamental & humano de la salud mental en la diáspora africana víctima del racismo y discriminación racial’.
Este documento trata, entre otros temas, el «trauma intergeneracional», que no ha sido abordado en el campo de la medicina, la psiquiatría y la psicología, por lo que denuncia la «inacción» en la atención sanitaria a personas afrodescendientes cuyo motivo de consulta es el racismo.
«Nos encontramos que muchas de estas situaciones no se podían abordar con profesionales del campo de la salud mental porque no tenían estos conocimientos», explica Mosquera, por lo que los psicólogos y psiquiatras que forman parte de UbuntuEs son también personas negras, que conocen de primera mano la problemática.
El testimonio de Edvige
Edvige Djiki es una de las beneficiarias de los espacios de sanación de UbuntuEs, donde se dio cuenta de que «no era un caso aislado» y que el color de la piel es determinante para desarrollar tu vida en países occidentales.
«Si yo no fuera africana no habría tenido tantas dificultades para encontrar trabajo», señala Edvige en una entrevista telefónica con EFE desde Francia, donde ha migrado hace unos meses después de once años viviendo en Almendralejo (Badajoz), donde llegó en el año 2012 y tuvo a sus dos hijas.
La incertidumbre laboral y el racismo fue el principal problema al que se enfrentó la familia en España y Edvige relata que nunca consiguió un contrato fijo a pesar de estar licenciada en Economía en su país (Camerún), sacarse el grado superior de Técnico de Calidad en Almendralejo y hablar cuatro idiomas.
Tanto ella como su marido aseguran haber sufrido numerosos episodios racistas en su trabajo, pero decisivos fueron los que sufrió una de sus hijas en el colegio, que contaba que sus compañeros no querían jugar con ella porque «era marrón» o que estaba acostumbrada a que le pegaran.
«He sufrido muchos comentarios y un trato que a mí me chocaba mucho, aunque me lo intentaba tomar en broma, con el paso del tiempo me afectaba muchísimo y no me imaginaba a mis niñas sufriendo lo mismo, las tenía que sacar de ahí», dice Edvige.
Ahora en Francia, aunque asegura que «el racismo no desaparece», tiene un trabajo que le da seguridad para poder dar «un futuro a sus hijas», su prioridad.
El de la familia de Edvige es uno de los muchos casos que han pasado por UbuntuEs, una ONG cuyo nombre significa «yo soy porque nosotros somos», y que para Eidy Mosquera evidencian que «más importante que no ser racista, es ser antirracista, porque el silencio es complicidad». EFE