Pamplona (EFE).- Aitor Curiel ha trabajado en más de 3.500 casos durante sus 25 años de experiencia en su trabajo como forense y afirma que «la realidad es mucho más increíble que la ficción».
Curiel ha participado en el festival Pamplona Negra donde ha explicado el caso de ‘El hombre sin corazón’ y, en una conversación con EFE, cuenta que «hay muchos casos en los que si hicieran un guion, apagaríamos la película a la mitad porque no nos creeríamos lo que ocurre. Nos decepcionaría por la rareza que tiene la realidad, la casuística que tiene la verdad».
Su trabajo consiste en aportar datos a la investigación policial para tratar de determinar por qué ha muerto esa persona. Pero el trabajo del forense solo ayuda a ello, no da las respuestas definitivas.
«Tenemos que mediar las expectativas. Hay quien piensa que en el cerebro está la información y que podemos leer lo que ha pasado, ojalá. Y otros creen todo lo contrario, quizás influidos por series de televisión donde encuentran todo muy rápido, piensan que es fácil. Ni una ni otra», explica.
«Hay mucha información, no solo desde el punto de vista visual, sino desde el bioquímico, enzimático. Determinamos de qué ha muerto, si es natural o violenta y en qué momento. Esto es imprescindible. Tenemos que tener cuidado con no decir de más. Un dato erróneo lleva a una investigación nefasta, un dato menos le puede llevar a tener que esforzarse más», detalla.
«La ciencia forense llega hasta donde puede, la investigación criminal tiene que seguir desde ahí. Nosotros no decimos por qué ha muerto, decimos a qué hora, cómo, con qué arma, la trayectoria, pero la investigación tiene que determinar el resto», apunta.
Dentro de su trabajo, ha casos «más llamativos y otros menos», pero «la ciencia nunca es fácil». «Es una profesión tremendamente atractiva, por investigativa, por deductiva, por llamativa. No hay dos casos exactamente iguales, hay matices que hay que analizar. Todas tienen algo que te llevan a estudiar más».
El caso del hombre sin corazón
Curiel ha participado en casos como el del general Prim o el del guardia civil José Tacoronte, pero también participó en el caso del hombre sin corazón en una tercera autopsia que se hizo. Miguel Ángel Martínez era un vasco que murió en Estocolmo.
«Hay una gran controversia porque en una primera investigación consideran que lo más probable es que se haya muerto ahogado por suicidio. La familia dio por buena la versión y al llegar el cadáver a Inglaterra para ser enterrado (él había vivido ahí) por protocolo lo autopsian. El resultado es muy diferente, no hay indicios de que haya muerto ahogado ni por suicidio, pero no pueden aclarar nada porque no tiene corazón».
Tenían dudas hasta de si la persona que se iba a enterrar era Miguel Angel. «El hecho de que le faltara el corazón invita a pensar en el móvil del tráfico de órganos. Si ha sido un secuestro y se han usado sus órganos para trasplantes», cuenta Curiel.
«La familia buscó apoyos políticos para reabrir la investigación. No consiguen lo que buscaban y venden los derechos de la historia a Discovery Channel para que paguen todos los gastos de la investigación y se pueda hacer una tercera autopsia», narra.
Ahí es cuando entró este forense y realizó otro análisis del cuerpo. «Dos o tres cosas las pudimos aclarar con bastante rotundidad, dos o tres acercar las hipótesis y otras como la investigación que no pudimos cerrar», dice.
Entre las cosas clave que lograron, pudieron identificar el cadáver, cuando era una de las dudas básicas que había. «Se había recogido ADN a los padres y había huellas dactilares en Suecia, pero no se había hecho nada».
«Otra de las cosas que pudimos decir si estaba o no estaba el corazón en el cuerpo y pudimos descartar al 100 % el tráfico de órganos y dimos mucha información que para un investigador bueno podría ser muy útil», cuenta sin destripar el documental que se publicó.